Lo primero y tal vez lo más necesario que se debe hacer con el Valle de los Caídos es explicar con claridad lo que es y lo que representa.
Veamos. Por ser la ostentosa tumba del Caudillo y la de José Antonio Primo de Rivera; por sus dimensiones arquitectónicas y significación política, el Valle de los Caídos es, sin duda, el monumento público más representativo de la memoria franquista.
El dictador escogió el emplazamiento de la madrileña peña de Cuelgamuros en la sierra de Guadarrama, pero es dudoso que alumbrase la idea de utilizar los presos rojos, que llenaban cárceles y campos de concentración, como mano de obra gratuita para su fúnebre empresa. La decisión brotó de manera natural de la doctrina del padre jesuita Pérez del Pulgar, miembro del Patronato para la Redención de Penas por el Trabajo y cerebro del insólito sistema penitenciario que de él emanó: “el mejor exponente del espíritu en que se inspiró la Cruzada”.
Su objetivo era tratar de “arrancar de los presos y de sus familiares el veneno de las ideas de odio y antipatria” para devolverles a la sociedad sin poner en peligro “la victoria alcanzada a costa de tanto sacrificio”. Los hombres y mujeres que se acogieron al sistema de redención de penas por el trabajo se dejaron la piel en minas, túneles, pantanos, edificios públicos… para reducir sus condenas carcelarias. En su inmensa mayoría eran republicanos de diversas tendencias, es decir, “enemigos” del régimen franquista (recordemos que la guerra terminó oficialmente en 1939) que necesitaban, en opinión de sus verdugos, ser humillados a diario.
Crueldad, corrupción, venganza
Daniel Sueiro, en un libro publicado en 1975, constató el esfuerzo y la sangre vertidos (18 muertes directas y varios centenares de fallecidos por silicosis) entre los 20.000 obreros, vencidos de la Guerra Civil, artífices de su construcción; así como el despilfarro de inmensas sumas de dinero, invertidas en aquellas interminables obras que implicaron a 65 empresas (Agromán y Banús, las más fuertes) y que se prolongaron hasta 1958.
Las delirantes justificaciones humanitarias para ocultar los costes económicos del Valle de los Caídos tienen sus hitos: Cuando más desesperante era la hambruna y la miseria de posguerra, un decreto dispuso que “los gastos que origine la compra del lugar y la realización de los proyectos serán con cargo a la suscripción nacional (…) sujeta a este fin”; en 1941 se autorizó a disponer de “aquellas otras aportaciones que el Gobierno juzgue conveniente destinar a la misma”; el arquitecto Diego Méndez llegó a declarar que la obra no había costado nada al Estado español ni a sus presupuestos, y que había sido totalmente sufragada por los ahorros del Caudillo, provenientes de cuantiosos donativos de personas adictas. Sin comentarios. Los papeles de Méndez registran una cifra de más de 1.086 millones de pesetas, que Sueiro traduce a unos 5.500 millones de pesetas de 1976. En fin…
Propuestas
¿Qué hacer con el emblemático monumento? Mi propuesta es la que sigue. En primer lugar, explicarlo bien y explicarlo in situ con placas y paneles informativos, publicaciones escritas, foros de debate, producciones audiovisuales; con una exposición permanente que recoja su historia y las memorias que en él se concitan.Transformar, en un proceso que será complicado porque genera opiniones encontradas, el actual mausoleo fascista en un Memorial Democrático. Y ello implicará debatir cada paso y resolver el traslado de los restos de Franco y José Antonio a sus panteones familiares, así como el uso adecuado (previa clausura) de la faraónica basílica “menor” amparada por las inmensas figuras esculpidas en las rocas, cuyo autor es Juan de Ávalos, un escultor socialista exiliado en Portugal y requerido para su realización en 1950 tras los informes previos solicitados por el dictador.
Claro que también existen muchos partidarios de no optar por una solución tan controvertida como razonable, aunque bastante más cara, que requeriría el traslado de varios centenares de restos de republicanos, incluidos brigadistas (tras previas exhumaciones, análisis de ADN de los restos, etc.), a otros lugares, y proponen la demolición total del mausoleo, previa explosión de las correspondientes cargas de dinamita, colocadas al efecto. Se deja, en este caso, a gusto del consumidor, el colocar o no una o varias placas o estelas memoriales de lo que hubo en aquel espacio singular y de su significación política e histórica.
Por José Antonio Vidal Castaño . 30 junio, 2014 en Siglos XIX y XX
http://anatomiadelahistoria.com/2014/06/que-hacer-con-el-valle-de-los-caidos/?fbclid=IwAR1gw3am2BuHYv0dEUd7YwOXJC3890uLNcc_LyDNduQdtqlhhDOtK7xxIJ4
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