La ilustración de fondo

La ilustración de fondo
La Plaça de la Creu en Benimàmet es uno de los espacios más entrañables de este lugar cercano a Valencia. El artista valenciano Paco Roca ilustra, dibuja, recrea, en esta bella postal, ese espacio a "la antigua".

jueves, 1 de noviembre de 2018

De Leningrado a Viena

DE LENINGRADO A VIENA

(Notas a la lectura de "El ruido del tiempo" de Julian Barnes)
Hace más de una semana que finalice la lectura de la sobrecogedora novela, "El ruido del tiempo", de Julian BARNES. Una semana plena de cavilaciones y rutinas no habituales que no han conseguido abortar el deseo, casi la necesidad, de decir algo sobre ella. Pero no es fácil, cuando -como en mi caso- se ha leído y pensado bastante en los que fueron sus potentes imaginarios: primero el de una revolución política y social como la bolchevique de 1917, tan sugestiva como mitificada; segundo el de sus esperanzadoras promesas que se ramificaban hasta la cultura y la propia mismidad; y, finalmente -en realidad esta enumeración sería inacabable- el de la "guerra fría" y sus devastadoras consecuencias con aspectos y grietas aún inexplicadas o por cerrar.

Dmitri Dmietrievitch Shostakóvitch fue un personaje multipolar, un músico (compositor e interprete) genial y un sujeto humano peculiar (como casi todos los sujeros humanos que conozco), que sin quererlo se situó en el centro de la vorágine descrita. Héroe y victima del régimen soviético fue a la vez icono de la disidencia y del acatamiento; de la resistencia musical-cultural con eco mundial, y de un quasi-total sometimiento al discurso del poder bajo cuya égida vivió.

Todo o casi todo eso está en la ficción narrativa, construida desde la perspectiva biográfica por Julian Barnes, el autor británico que tiene en su haber "El loro de Flaubert", "Arthur & George" o "Nada que temer". Y está en menos de 200 páginas, incluida una sustanciosa "Nota final" del autor en la que nos hace participe de sus lecturas para acotar la biografía de Shostakóvitch y en la que escribe, como quién no quiere la cosa, que Vladimir Nabokov, azote intelectual del compositor ruso-soviético en su visita los EE.UU, actuaba bajo auspicios de la CIA...

Aprovecharé, como no, para insistir -ya que hablamos también de tamaños y páginas, sobre el valor literario de lo que llamo la economía de las palabras y de la falsa necesidad de superar los 400 folios para escribir una ficción al gusto de ciertos editores o determinados consumidores...

"El ruido del tiempo" es una novela escrita desde fuera de los imaginarios citados al principio. Escrito, ¿quién lo sabe? desde, tal vez, la necesidad de decirnos que la cultura y quienes la representan no son más que espantajos en manos de quienes ejercen el poder y lo representan; sobre las limitaciones y la capacidad o incapacidad de resistencia en los predios del arte y la cultura; sobre la utilización engañosa de sus productos y las dificultades de los creadores, divulgadores, etc., de la misma. Una novela, la de Barnes, que atrae; puede incluso apasionar y por supuesto remueve nuestras conciencias. No es una novela de movimiento y de acción, aunque este llena de los atronadores sabores de los compases musicales y de las esencias y fragilidades de esas composiciones de todo tiempo que hemos dado en llamar sinfónicas o "clásicas" con toda su carga positiva y peyorativa.

Esto no es una crítica. El libro merece mucho más. Es una recomendación a su lectura. Barnes es un maestro y es inglés, como lo son otros autores de ficciones más ácidas y burlescas del estalinismo. Citaré, en concreto, esa gran novela de Martin Amis "Koba el Temible". La diferencia estriba, una vez más en el punto de vista adoptado por cada autor. Amis, es más personal y mira casi desde dentro; Barnes, disecciona desde la mesa de operaciones y hasta se atreve a advertir-nos de las insuficiencias de la ironía o de la farsa mal empleadas. Lo cierto es que ambos conmueven. Desde la otra orilla, persiste la mirada de Vladimir Navokob, tan rusa, en origen a las de "Shosti" o "Koba", y luego tan distante...

Les dejo con un dibujo mio sobre el personaje; realizado casi sin querer, mientras reflexionaba sobre como se puede escribir una novela de reflexiones... También con la portada del libro.

Por cierto, la música de Dmitri Dmitrievitch me apasiona sin acentos políticos que valgan. Para mi fue definitivo el que otro genio, Stanley KUBRICK se fijara en el espléndido Segundo VALS compuesto por el autor de la sufriente Sinfonia 7ª llamada también 'Leningrado', para su "ultima película" Eyes Wide Shut... Y no digo más.


 
Dibujo del autor                              Portada del libro

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