Ese Parlamento, Juliette
no es el tuyo.
Si. Lo has acertado.
Es el de Oliverio.
¿Qué te gusta?
No. A mi tampoco.
Es frio, húmedo,
escabroso.
Oliverio, sin dudarlo,
después de poseerte,
te habría cortado la cabeza para cobrar-se tu voz
coronada por tus poetas de San Germán.
Si. Esos locos de los versos sueltos y libres,
enajenados por el vicio y la virtud de tus labios,
por la incurable adicción a tu voz;
¿cuerdas vocales o bucales? ¡Quía! Labios y placeres.
Esos locos poetas...
Oliverio azótales porque vigilan tu puritano anhelo,
ahíto
de sueños abisales...
No lo dudes, más, ¡por Lutero!
¡Arrójalos al Támesis! o,
al Ebro, al Ganges, al Drina, al Orinoco de Salgari;
a ese Guadalaviar mio, tan cercano como desconocido.
(José Antonio Vidal Castaño-15-02-017)
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