Gestos, palabras, colores,
lágrimas
José Antonio Vidal Castaño
La sesión de ayer en el Congreso de los Diputados
de la carrera de San Jerónimo de Madrid fue histórica. Si, lo fue por su
espíritu callejero, vocinglero, sensiblero, provocativo, respondón, etc;
cargadito de demagogia y ramplón oportunismo. Habiendo militado en la
revolución y en la democracia, en la sufriente lucha clandestina y en la paz de
los despachos y burocracias, cuando has pasado por eso, sabes o debes saber que
cada palabra y cada gesto tienen una trascendencia, un poso que se trasmite a la
ciudadanía desde la responsabilidad política que se ostenta. De ahí se derivan
o deben hacerlo la prudencia y el buen hacer, avalados por la experiencia
vivida y no exclusivamente por los títulos universitarios.
Cuando se ha pasado por eso, se valoran las formas
e incluso los ritos (aunque me cueste soportarlos e incluso me resulten hiperbólicos
o ridículos) que aceptas en la medida en la que has aceptado unas normas de
juego, unas leyes, un reglamento que puedes y debes contribuir a mejorar e
incluso a cambiar desde dentro. Si
ello es imposible o conculca los principios morales propios, si se aprecia una
falta de libertades, de igualdad de oportunidades y de derechos ante las leyes
vigentes, una carencia de solidaridad y de justicia social tales que te resulte
ofensivo mantener el sistema, lo consecuente para un político valiente, joven, inteligente y preparado (como
son, sin duda, los dirigentes de Podemos) sería abandonar el oropel democrático
y sumarse de nuevo a la defensa (desde fuera de unas instituciones en las que ya no se cree) de
los principios revolucionarios para perseguir tus sueños, es decir tus objetivos
políticos… Y, volver a la lucha con gallardía, como un noble guerrer@, sin
llorar, cual moderno Boabdil, a las puertas del Congreso. Una sugerencia para el señor Iglesias.
Una sugerencia similar le transmito a la señora
Bescansa, tras su mediática representación de matrona despierta-conciencias,
¿de qué? cuando tiene una guardería en el mismo edificio. ¿Qué sentido puede
tener llevar un bebe al Congreso y presumir de ello sino el de atraer la
atención sobre su persona, su candidatura y su partido? ¿Una sobreactuación
para obtener réditos políticos? Ya se sabe, más vale atraer la atención aunque
sea para engañar (a bobos y listos por lo que oigo) que pasar desapercibido. Lo
peor –admitámoslo- es la indiferencia; así que hay que aprestarse a combatirla
con la ostentación; con estos pequeños números teatrales en vivo y en directo.
La experiencia adquirida en La Tuerka tiene que servir para algo, incluso para
acunar niños. Siempre hay, además, una pequeña corte de aduladores dispuestos a
reírnos las gracias. Riesgos calculados para estos preparadísimos diputados. Deben
considerarlo una actividad moralmente superior, en este caso a la de las madres que dejan a sus hijos -por
necesidad- al cuidado de otras personas y contribuyen con ello a crear un
puesto de trabajo. David Bowie, que acaba de morir, para nuestro desconsuelo,
dio una soberbia lección de cómo escandalizar para poner en solfa valores
morales decadentes y conseguir conmovedores resultados para impulsar la fantasía
y la creatividad propia –o debería serlo- de los humanos.
Pero, la actitud de esta señora diputada, con
inmejorable currículum y buen sueldo, ejerciendo de matrona, no resulta, en mi
opinión, más que un ejercicio calculado de exhibicionismo político; un chupar
cámara que se traduzca en votos y otros apoyos… Si el ‘postureo’ ayuda, tanto
mejor.
Llegar hasta el Congreso debía ser un orgullo
ciudadano y no un premio a una serie de jugadas calculadas para alcanzar el
poder, y esto vale para la derecha, para el centro y para la izquierda del
espectro político con unas u otras siglas. La formación universitaria y los conocimientos
no deberían (¡coño con la ética!) servir solo para el mejor ejercicio de la
demagogia y del oportunismo políticos. Con años a cuestas, uno ha pasado por
algunas de esas experiencias, ha practicado virtudes –también las hay- y vicios
políticos defendiendo aquello de que “la mejor defensa es un buen ataque”
presionando a los rivales –convertidos en enemigos, si hace falta- para
preservar nuestro grupo, para llegar al poder y mantenerlo. Maquiavelo puede ser
leído de diversas formas.
Es fácil pisar las tan cacareadas “líneas rojas” y
levantar un puño como un gesto; rebasar los límites permitidos, con cierta soberbia
e impudicia cuando no se ha luchado de veras por esta democracia ni por ninguna
otra otra, a veces, incluso es así, cuando se ha hecho… Vivir para ver.
Lo de ayer en el Congreso de los Diputados fue un
espectáculo, aunque tan sólo relativamente insólito, en el ámbito de esta “sociedad
liquida” (Baumann). Y es que, los tiempos de “todo lo que era sólido”(Muñoz
Molina) han pasado. La derecha contumaz sabiendo que la mascarada, el 'postureo',
los gestos y el folklore cuando se inicia una larga competición distrae la
atención pero no le hace verdadero daño, espera y sonríe. Soy el primero que
desea ver fuera del Congreso al señor Rajoy a los tipos de su calaña, pero no
creo que se vayan a base de exhibiciones, gestos, bicicletas y tambores… Habrá
que dejar en algún momento de jugar a tronos, sillas y reparto de lentejas que
transformar en dinero para poner cabeza y conocimiento al servicio de quienes
lo pasan mal de verdad y buscan algo de luz, de aliento, de motivos para seguir
viviendo.
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