Mis consideraciones.
Considerando que ha llegado el momento de trascender las hueras palabras que proliferan a diario en el
lenguaje de los gestores políticos del capital financiero. Considerando
que ha llegado el momento de superar la inanidad de gestos y buenas
intenciones. Considerando que ha llegado el momento de que el sufrido
pueblo trabajador (chusma o populacho para el poder) sobrepase la
respuesta indignada, y pretenda sin ambages una acción política
liberadora (votar o no es también una acción). Considerando necesario
detener la incontenible emigración forzosa de jóvenes y brillantes
cerebros. Considerando necesario rechazar la austeridad decretada a base
de recortes que nos dejan la miseria y depauperación por todo
horizonte… Considerando, igualmente, que se afianzan entre la ciudadanía
mensajes como “nada puede hacerse”, podemos ser, al menos, individuos
capaces de pensar frente al pensamiento único, impuesto por el más
gigantesco aparato de comunicación de masas que forman la prensa, la
radio, las cadenas de televisión, la omnipresente publicidad y el juego
aparentemente liberador de las redes sociales y la telefonía móvil.
Considerando la necesidad de deshollinar el opaco o ennegrecido tejido
democrático español, ideológicamente colonizado ⎯en buena medida⎯ por
seguidores o herederos políticos de Franco, incluida la monarquía
reinante que ha necesitado una operación cosmética de urgencia “para
salvarse”, dejándonos dos reyes (uno en uso y otro en desuso), así como a
los dirigentes de las cúpulas bancaria y empresarial, corruptores de
dirigentes políticos y líderes sociales... Considerando la necesidad de
deshacer esa maraña, de detener la rapiña, el permanente fraude fiscal;
el abuso desproporcionado que ejerce la jerarquía católica, tolerado
por los gestores de la cosa pública. Considerando la necesidad de
ejercer la oposición y la crítica acerca de los poderes dominantes
invisibles en Bruselas, Pequín, Nueva York o Berlín, con agencias y
tentáculos en todos los rincones del universo… Considerando, por todo
ello y más, que es tan necesario como el respirar, generar los cambios
precisos para poner coto a tanto desmadre, me atrevo, asumiendo el
pasado y sin nostalgias, a pedir y proponer la llegada de una República
(Federal o no) como marco político, en el que puedan convivir e incluso
prosperar, el sentido de la democracia participativa y la
corresponsabilidad ciudadana, enajenados hoy por la tiranía de los
mercados financieros… Considerando que es pertinente resucitar el
potente mensaje de libertad, de igualdad, de fraternidad, de justicia
universal y para todos, frente al carcomido andamiaje tras el que se
escudan unos poderes públicos ⎯cada vez más dispuestos ⎯con honrosas
excepciones⎯ a dejarse seducir y sobornar. Considerando que la dinastía
borbónica ha perdido el pie y los papeles; que es una institución hoy
obsoleta, tal vez necesaria en su momento, el de efectuar la transición
política, como se hizo en los años setenta del siglo XX. Una monarquía
que hoy, transcurridos cuarenta años, ha perdido razón de ser y estar,
al no concurrir las circunstancias políticas que justificaron su
emergencia. Considerando que se trata de una monarquía, que pese a sus
intentos por disimularlo, y su aparente neutralidad, es herencia directa
de la dictadura franquista y de su “invicto Caudillo”, verdugo de la
Segunda República y adalid de la “democracia orgánica”, de la que aún
perduran algunos de sus repugnantes rasgos. Considerando necesario
trascender el mito de vivir en un “país ingobernable”, tras haber
soportado una dictadura de casi cuarenta años, y el que hayan
transcurrido otros 40 años de democracia, son más que suficiente bagaje
para actuar con la necesaria madurez, etcétera, es por lo que:
Propongo, revisando ese pasado, no quedar convertidos en estatua de sal a la usanza bíblica, sino recuperar la raíz republicana, cuyas esencias y valores democráticos siguen siendo superiores a los del totalitarismo y la dictadura, permitan a la ciudadanía rescatar la normalidad y el equilibrio ético y social perdidos. La República no es ni será ese paraíso prometido por diversas creencias (religiosas o políticas) que nos devuelva el “estado del bienestar”, que cual golondrinas de Bécquer ⎯aquellas que aprendieron nuestros nombres⎯ no volverán. No se trata de volar, ni siquiera de soñar, sino de tener clavados los pies a esta tierra desde la cual intentaremos ⎯debemos de intentarlo⎯ salir adelante con valor y dignidad.
Ya no es, tan sólo pues, el momento de clamar por la República (será la tercera) que necesariamente vendrá, aunque no será fácil ni pronto el conseguirla. Es el momento de fortalecer éticamente esa necesidad, con las armas del pensamiento crítico y la templanza necesarios para dotarla de contenidos y capacidad para mantenerla.
Es, estoy seguro, la mejor manera de sacarle punta al futuro.
Propongo, revisando ese pasado, no quedar convertidos en estatua de sal a la usanza bíblica, sino recuperar la raíz republicana, cuyas esencias y valores democráticos siguen siendo superiores a los del totalitarismo y la dictadura, permitan a la ciudadanía rescatar la normalidad y el equilibrio ético y social perdidos. La República no es ni será ese paraíso prometido por diversas creencias (religiosas o políticas) que nos devuelva el “estado del bienestar”, que cual golondrinas de Bécquer ⎯aquellas que aprendieron nuestros nombres⎯ no volverán. No se trata de volar, ni siquiera de soñar, sino de tener clavados los pies a esta tierra desde la cual intentaremos ⎯debemos de intentarlo⎯ salir adelante con valor y dignidad.
Ya no es, tan sólo pues, el momento de clamar por la República (será la tercera) que necesariamente vendrá, aunque no será fácil ni pronto el conseguirla. Es el momento de fortalecer éticamente esa necesidad, con las armas del pensamiento crítico y la templanza necesarios para dotarla de contenidos y capacidad para mantenerla.
Es, estoy seguro, la mejor manera de sacarle punta al futuro.
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