La ilustración de fondo

La ilustración de fondo
La Plaça de la Creu en Benimàmet es uno de los espacios más entrañables de este lugar cercano a Valencia. El artista valenciano Paco Roca ilustra, dibuja, recrea, en esta bella postal, ese espacio a "la antigua".

viernes, 5 de junio de 2020

¿FÚTBOL? Si la pandemia lo permite




¿FÚTBOL?
Si la pandemia lo permite…

I
Hace días que Juan Afligido, futbolero empedernido desde sus tiempos de policía rural en la baronía de Polija, le preocupa hondamente el futuro del fútbol. A ver, no le preocupa la práctica aficionada del juego, ni el juego —más o menos deportivo— en si mismo. No, no le aflige sino que le ilusiona el esfuerzo más o menos artístico de darle patadas a un balón para meter goles en una portería improvisada, incluso imaginada sobre líneas trazadas en la tierra o recubiertas de piedras y, con ello, sudar la camiseta a pleno sol o al aire libre, como hacen millones de jóvenes en todo el orbe, con apenas distinciones de sexo, lengua, religión, etc., todos los días y en los más inimaginables lugares; bajo un cielo borrascoso u otro azulón y aborregado; sobre la arena de cualquier playa o sobre cemento puro y duro.
             
Ese fútbol era, es el fútbol en su esencia, el del patio de colegio, el de cualquier calle de atrás de una vivienda suburbana o las inmediaciones de un taller o de una fábrica... jugado tanto por chicas desde los años de la Primera Guerra Mundial, allá por 1918, como por chicos en los descansos de las batallas de aquella guerra. Y todo para jugarse, ¿quién sabe?, ¿unas ‘perras’?, ¿la consideración de los hombres que debían emplearlas (a las chicas)? ¿el liderazgo del grupo? ¿encontrar nuevos amigos?, tal vez o, para ¿robustecer el yo adormecido?, ¡uf! ¿una ronda de cerveza?, puede. Y ¿la necesidad de lucir fuerza y habilidad para epatar a tu pareja…? Bueno, y todo ello, amén de realizar por gusto y sin afán comercial, la tarea de estirar músculos y fortalecer huesos pateando al ‘esférico’ para refirmar vitalidad y ganas de estar en el mundo, aunque sea en este mundo de mierda que surgirá, si dios no lo remedia, de  ataque del miserable, arrogante y letal, covid-19.
           
            Tras estas reflexiones, Juan Afligido necesitaba comunicar a alguien lo que pensaba sobre ese otro fútbol-espectáculo que era el que le entretenía  y atemorizaba . Se desesperaba en su soledad; ese ‘deporte de masas’, ese inmenso escaparate de inmensos estadios e inmensas multitudes; la locura de los locutores berreando goles, de las teles largando monsergas sobre lo que estamos viendo: No comentan, animan a no pensar; ese derroche de luz, de millones de kilovatios-hora para la magia de los partidos nocturnos… Una pandemia  social es lo que era y es; una nueva religión mundial… desde que derivó hacía pasión arrogante y monstruosa, canalizadora de sueños imposibles y violentas manadas.
             
            Llegada la fase 2 de la “desescalada” (¡que palabro!), Afligido estaba más confuso que nunca. Y la Liga de futbol iba a ponerse de nuevo en marcha como ya lo había hecho la Bundesliga y pronto lo haría la Premier… Reunión información por Internet, tirando de papá Google y de otras redes y hasta un algún libro. Leyó, apuntó, repasó: “Juego inventado en Inglaterra a finales del siglo XIX por caballeros —y además de ingleses (añadió) ricos— que necesitó de un reglamento propio para diferenciarlo del rugby. Al modernizarse pasó a ser considerado, por muchos tratadistas, el mayor espectáculo del mundo…”. << Lo que no dicen es que es un supermillonario negocio multinacional con clubes que cotizan en bolsa… y manejan apuestas millonarias… Luces y grandezas a la par que sombras y miserias o tumultos de suburbio; ocupación, por horas e incluso días, de plazas y calles cuando los equipos ganan los torneos; rocambolescas ceremonias político-deportivas que no admiten  parangón más que con los espectáculos circenses de la antigua Roma y de sus imponentes gladiadores de efímera fama. Eso eran los ases del futbol profesional, gladiadores. Profesionales en el arte de proporcionar morbo y diversión a la plebe, al populacho y, sin embargo, también deleite a ciudadanos de mejor condición, cuando lo apreciaban como entretenimiento más que con fervor casi religioso… y así es o suele ser, cuando la practica del juego es elegante, bella y victoriosa… Pocas veces. >>

            En esto recordó Juan, la tarjeta profesional de Ruvira y Furtamantes que todavía dormitaba en el bolsillo de su camisa. Ruvira estuvo ligado a las pesquisas policiales en torno a la extraña muerte de Vázquez Montalbán cuando mediaba en el fichaje de un delantero centro que precisaba el club de sus amores… Sin perder un segundo más, pulsó las teclas que hicieron bramar el celular del periodista que rebotó contra la página 218 (ligeramente inclinada)  y caer en la 219 del libro que leía y que se le escapó de entre las manos para conciliar la siesta borreguil de la tarde, casi veraniega, de finales de mayo.
             Oriol Ruvira i Furtamantes, a medio afeitar y somnoliento, jornalero de la tecla e investigador privado a ratos, se rehízo y recuperó el control para agarrar su Iphone 8 que al vuelo. Una voz que le pareció venir de ultratumba le pedía consejo sobre no se que relacionado con el futbol ¿romano?, ¿los gladiadores? Mientras contestaba echó una mirada al libro, El fútbol a sol y sombra, de Eduardo Galeano, y el capítulo donde interrumpió la lectura no podía ser, a tenor de lo que oía, el más apropiado: “Un deporte de evasión”. Toda una declaración de intenciones y exposición de motivos sintetizados en cuatro páginas estupendas que acababan con esta lapidaria frase: “ Si Dios tuviera tiempo para ocuparse del fútbol, ¿cuántos dirigentes quedarían vivos?”   
   Pero… (era la hora de la siesta y Ruvira la disfrutaba) ¿Quién? ¡Usted! Si saldré a pasear y si, no vivo lejos de esa plaza. Así que yo también. Qué remedio… En quince minutos me reúno con usted.
   Se lo agradezco (la voz de Afligido le llegaba lejana). Mire. No me deja dormir la conclusión  a la que he llegado. Si. ¿Cuál?, pues que los futbolistas modernos, si, sobre todo las estrellas como Messí, Cristiano, Iniesta, Neymar etc., bueno, todos y podría incluirse a las chicas que han entrado en el profesionalismo, son como los gladiadores de Roma… Y he sabido que estos desaparecieron o los extinguieron en enero del año 404 de la era cristiana. O sea que el cristianismo y los bárbaros del norte acabaron con el espectáculo circense de los romanos y eso era como el fútbol de ahora… Y yo. No sé. Estoy angustiado. No quiero que el futbol-espectáculo se acabe. Y esto del coronavirus, pues… es una amenaza. Ya soy muy viejo y que no me quiten mis dos o tres partidos a la semana…  
            A Juan Afligido se le iba la voz por momentos. Así que Ruvira optó por tener una cita presencial y zanjar el problema. Le reafirmo la cita y cerró de golpe la conexión.

II

            Mientras rumiaba una estrategia, para su encuentro con Afligido, Ruvira dio dos vueltas de llave a la puerta de su apartamento y se colocó, no sin dificultad, su mascarilla FFP2. Era solo un momento hasta alcanzar su coche. Tuvo que esperar para abrir la portezuela pues tres mozuelas de esplendidas formas caminaban por la estrecha calle cogidas del brazo y sin ningún elemento de protección; riendo y jugando con sus smarphones. No le costó arrancar al tiempo que se quitaba y plegaba su mascarilla… Lo que vio mientras conducía no era muy diferente de lo habitual. Algunos conductores circulaban con la mascarilla puesta, sin embargo la mayoría de los paseantes y presuntas runners despreciaban, por lo visto, las medidas de seguridad de la autoridad sanitaria había calificado de “distanciamiento”…
      Durante el corto viaje Oriol reflexionó acerca de aquel fútbol-espectáculo. << A diferencia de aquellos esclavos del imperio de los césares (hoy del imperio del dólar, el euro y la libra) estos gladiadores suelen disfrutar de larga vida y mejor fama; gozar de privilegios: salarios de escándalo, lujosas viviendas; los mejores vehículos privados, el disfrute de los placeres sexuales prohibitivos y un largo etcétera que convierten a sus estrellas en nuevos dioses. Había más. Y no por disfrutar de todo ello estos nuevos gladiadores (salvando las distancias de tiempo y circunstancia), algunos no dejaban de protagonizar escándalos, incumpliendo normas sociales y fiscales sin acarrearles más que leves sanciones. Esto tiene su sentido y es a la vez un contrasentido. ¡Claro! Dinero y espectáculo doblegan voluntades políticas, crean adicción, fervores y favores. Eso supone impunidad sin disminuir la popularidad. ¡Dios!, más bien, la acrecienta. Lo cierto es que todo ello parece muy, pero que muy atractivo.




III
Ruvira había llegado muy cerca del lugar de la cita. Bajó enmascarillado del vehículo. Tuvo que esforzarse para no pisar dos o tres pares de guantes que yacían entre las ruedas, arrojados, sin duda, recientemente y sin mayor cuidado… Dos esquinas más abajo un contenedor de basuras permanecía abierto. De una bisagra pendían varias mascarillas de tipo casero hechas de trapos o vestidos, incluso un par de las llamadas quirúrgicas …
            No tardó en localizar a impaciente Afligido, aunque seguía pensando en el fútbol-espectáculo, si, aquel más que deporte ideado por caballeros ociosos para ser jugado por obreros y algunos bribones, en fin, por gentes vulgares… << Se ha profesionalizado y privatizado al máximo. Y ese espectáculo, el de los grandes estadios y multitudes vocingleras de hooligans y supporters, de “hinchas” y forofos: esos culés, merengues, colchoneros, granotas, armeros… eran, en ocasiones, ultra-violentos y estaban fanatizados, sin embargo abundaban quienes, llenos de sudores y clamores honrados, traducían las victorias de su equipo como logros propios, compensaciones morales con las que paliar sus innumerables frustraciones.
            En uno de los extremos de un banco de piedra pulida, le esperaba Juan Afligido que vestía un polo pasado de moda pero que aún le sentaba bien, ocultando parcialmente su tendencia a la obesidad.
            La tarde declinó hasta alcanzar palidez extrema, el paisaje se tornó moderadamente espectral.
            Sin más ceremonia, Ruvira se sentó en el otro extremo del banco y reinició la conversación. No dejó meter baza inicial al anciano Afligido.
—La cosa no pinta bien. Nada bien, precisamente por las apetencias de los clubes y federaciones, la prepotencia de los dirigentes que han presionado hasta conseguir que sus gladiadores pasen las pruebas del covid-19 antes incluso que sanitarios y ciudadanos que pudieran estar afectados… Además, ¡Qué podemos hacer! La Liga se reiniciará en unos días, como si no hubiese pasado nada. ¡Van a caer como moscas! ¡Conmigo que no cuenten! Y además. Me imagino que usted odiará, como yo, que le ordenen como y cuando tiene que aplaudir o silbar. Estará, lógicamente prohibido… insultar y escupir…¡Brrr! Esto ya no es fútbol. Ya no es un espectáculo y menos un deporte. Veremos entrenos de marionetas robotizadas, apto para bobos adictos de la imagen. Un juego estúpido al estilo de los concursos más banales…
—Si, contestó Afligido. No sabe como le agradezco que haya venido. Si. Todo lo que dice y más. El fútbol necesita de la pasión de las masas. Es un deporte de contacto. De golpes, patadas, escupitajos y traiciones; de robos de balones y carteras; de llenos hasta la bandera; de fiesta y calor (calentura incluso) en las gradas, para superar el luto permanente de la miseria; de clases sociales bajas, de salarios precarios y voces desesperadas. El fútbol es hijo de eso…
—Es cierto. Ruvira se puso de pie: ¿Cómo evitar que después de marcar, el jugador que sea, evite toda emoción? ¿Cómo evitar que esas gotitas que contagian no pasen a la cara de otros compañeros o de un arbitro? ¿Cómo suprimir los abrazos? ¿Cómo desterrar los impulsos? No quiero ni imaginar las respuestas.
—¿No ha visto usted Un juego de caballeros esa miniserie británica que pasan por una de esas plataformas de pago. ¡Fantástica! No ¿verdad? Véala, Ruvira. Ilustra sobre los comienzos del futbol profesional en el norte de la Inglaterra. Los jugadores luchaban contra los patronos con el mismo ardor con el que jugaban para ganar cada partido y también luchaban entre si; luchaban en las fábricas y en las canchas tanto para defender su orgullo de pobres como para divertirse y mejorar su físico. Cada partido ganado a un club de caballeros era un ascenso moral que podía ayudar en lo material y si se organizaba un campeonato, competían para reafirmar su derecho a existir como clase. No podían hacerlo sin el concurso de los fans, es decir de sus familiares, amigos y seguidores, tan pobres y desesperados como ellos… Ese empuje, esa audacia de clase… Y la necesidad de ganar llevaba a la de tener los mejores jugadores y si era preciso presionar a sus jefes para comparar-los. Este es el origen de las estrellas y los mercados de futbolistas… Las normas y el fair play no lo admitían pero no tardó en imponerse. La necesidad de ganar se sobreponía a cualquier otra… En poco más de un siglo, ya ve…  

Así estuvieron hasta que comenzaron a duplicarse y a triplicarse la cantidad de gente que poblaba la plaza. Había varios candidatos a sentarse en el banco. Afligido y Ruvira levantaron sus puños por toda despedida e iniciaron su retirada, mientras se desplegaban por la plaza toda clase de runners, y nuevos deportistas, niños, y algún que otro anciano. Se podían  contar con los dedos de una mano a los que portaban mascarilla.

©José Antonio Vidal Castaño, 2 de junio 2020 (De Las historias de Juan Afligido)

Galeano cuenta historias de los Mundiales. El último el que ganó España en 2010. Escribe: "Lo ganó (...) por obra y gracia de su fútbol solidario (...) y por la asombrosa habilidad de ese pequeño mago llamado Andrés Iniesta.


Las primeras futbolistas de la historia en un partido entre equipos de obreras de fábrica en el algún punto del nordeste de Inglaterra, en A. Wahl: Historia del fútbol.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario