Y en esto llego el invierno
cuando nadie lo esperaba;
profundo, insondable, como de plomo fundido por el hielo.
Unos decían,
es lo del cambio climático, otros que no, que era lo de siempre:
Lo que solo se producía de cuando en cuando. ¿Lo de siempre?
Si. Claro. Lo de siempre; lo que era excepción y sobresalto
convertido en norma. ¿Lo de siempre?
Pero esto, … Esa mañana helada y ese sol de fuego y hielo a mediodía;
esa tarde pálida y brumosa y esa noche gélida y sin fin
se sucedían cuando llegaron en septiembre,
casi en manada, los primeros saltamontes a morir-se en mi jardín…
¿Por qué? Me dije. ¿Será así en todas partes? ¿Por qué, ahora?
Me gustaría saber. Bueno,
consultaré a mis oráculos. ¿Oráculos? No.
Mejor preguntaré a mis historiadores favoritos.
Y va, y estos me dicen que no hay futuro en la historia; que esta es solo pasado,
un pasado que cada día se nos convierte en presente.
No se. ¿Podré encontrar algún historiador del futuro?
Claro. Lo tengo: en el futuro que no existe, que deberé de inventar y vivir a diario
Y esto antes de que acabe esta noche…
Contradicciones, mentiras…
¿Y los saltamontes? Llegaban tras el tórrido verano,
para agarrarse al marco gris-plomo de puertas metálicas,
al blanco sucio de las paredes de mi jardín
para agoniza entre macizos de rosales marchitos;
para ocultarse en brazos de un jazminero sin flores o,
suicidarse, lanzándose en picado, contra el lago de la piscina.
Saltamontes, antaño aguerridos semidioses voladores, ahora
toscos insectos de torpe aterrizaje sobre
postes de madera o paredes arruinadas
para dejarse morir,
lentamente,
despanzurrados, abiertos en canal sobre el volcán apagado
por su desventura y sin saber como ni por qué…
¿Será, éste su último invierno
tras la derrota del otoño efímero
y el anunciado ocaso de la primavera?
JAVC. Valencia, 20-N-2019
es lo del cambio climático, otros que no, que era lo de siempre:
Lo que solo se producía de cuando en cuando. ¿Lo de siempre?
Si. Claro. Lo de siempre; lo que era excepción y sobresalto
convertido en norma. ¿Lo de siempre?
Pero esto, … Esa mañana helada y ese sol de fuego y hielo a mediodía;
esa tarde pálida y brumosa y esa noche gélida y sin fin
se sucedían cuando llegaron en septiembre,
casi en manada, los primeros saltamontes a morir-se en mi jardín…
¿Por qué? Me dije. ¿Será así en todas partes? ¿Por qué, ahora?
Me gustaría saber. Bueno,
consultaré a mis oráculos. ¿Oráculos? No.
Mejor preguntaré a mis historiadores favoritos.
Y va, y estos me dicen que no hay futuro en la historia; que esta es solo pasado,
un pasado que cada día se nos convierte en presente.
No se. ¿Podré encontrar algún historiador del futuro?
Claro. Lo tengo: en el futuro que no existe, que deberé de inventar y vivir a diario
Y esto antes de que acabe esta noche…
Contradicciones, mentiras…
¿Y los saltamontes? Llegaban tras el tórrido verano,
para agarrarse al marco gris-plomo de puertas metálicas,
al blanco sucio de las paredes de mi jardín
para agoniza entre macizos de rosales marchitos;
para ocultarse en brazos de un jazminero sin flores o,
suicidarse, lanzándose en picado, contra el lago de la piscina.
Saltamontes, antaño aguerridos semidioses voladores, ahora
toscos insectos de torpe aterrizaje sobre
postes de madera o paredes arruinadas
para dejarse morir,
lentamente,
despanzurrados, abiertos en canal sobre el volcán apagado
por su desventura y sin saber como ni por qué…
¿Será, éste su último invierno
tras la derrota del otoño efímero
y el anunciado ocaso de la primavera?
JAVC. Valencia, 20-N-2019
La pintora Fina Fuertes nos ha dejado sus impresiones plásticas sobre este poema.
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