La ilustración de fondo

La ilustración de fondo
La Plaça de la Creu en Benimàmet es uno de los espacios más entrañables de este lugar cercano a Valencia. El artista valenciano Paco Roca ilustra, dibuja, recrea, en esta bella postal, ese espacio a "la antigua".

miércoles, 24 de febrero de 2016

¿QUIÉN TEME A GREGOR SAMSA?




Notas sobre FRANZ KAFKA y la aventura de leerle.

Dejando a un lado las consideraciones sobre las dos títulos propuestos para esta narración (La metamorfosis o La transformación), nuestras preferencias personales, e incluso los significados de ambas palabras en el diccionario de la RAE, es mi costumbre dejar unas notas sobre cada libro que abordamos en el club de lectura de la librería Gaia que introduce y modera Justo Serna.
Gregorio Samsa, amanece una mañana transformado en un bicho, en un escarabajo o algo parecido. En el relato, el protagonista y narrador se auto describe con cierto asco hablando de su horrible aspecto redondo y de sus patas débiles y peludas. Una presencia indeseable, asquerosa.

Se niega a salir de su cuarto a requerimiento de sus padres. Su demora es considerada como muy extraña. Él mismo reflexiona sobre su profesión de viajante de comercio, muy dura y monótona, aunque le ha permitido ascender de su inicial puesto como simple empleado.

Mientras reflexiona llega “el apoderado” de su empresa, que critica su vagancia y que considera su retraso como una falta grave. El funcionario insinúa -incluso- la posibilidad de que Samsa esté tratando de negarse a entregar la cantidad que custodia para la empresa. Un mal trabajador, en suma. Alguien que desacredita su oficio, cuando horas antes era un empleado ejemplar, eso si, sufrido, discreto, callado.

Oye el revuelo que en la habitación de al lado se llevan sus padres (la madre lo disculpa, el padre, autoritario, se solidariza con “el apoderado”) y su hermana se muestra solícita con todos pero, en realidad, no sabe qué hacer.
Busca explicaciones para salir de su aislamiento, para vencer su incapacidad, para ponerse en pie y dejarse ver. Mientras piensa como hacerlo se le ocurre decir que está enfermo, no pueden verle, que…
Los familiares deciden llamar a un cerrajero y a un médico y el “apoderado” se despide con aspavientos y mala leche, negando a su exempleado el derecho a estar enfermo.

Gregorio comprueba que tiene unas mandíbulas poderosas y con ellas logra dar la vuelta al picaporte tras encaramarse, utilizando su cuerpo de escarabajo, a la puerta, que dejará entreabierta. Puede ver al fondo el edificio de enfrente, que es un hospital, a través de la ventana de su casa. Todo es tétrico e irreal, aletea una atmósfera de terror cotidiano y de medias palabras, de gestos inhóspitos.

Gregorio tras esa primera, y en el fondo, decepcionante incursión en el hogar, su hogar, sigue pensando desde su mente humana -atrapada en cuerpo de insecto- en el supremo valor moral de la familia y en su unidad, como en un seguro “pacto de sangre”, un apoyo... Pero, pronto Gregorio descubrirá que ese apoyo es frágil; el vínculo familiar irá cediendo poco a poco en la medida que el extraño ser en el que se ha convertido va siendo arrinconado. 

Queda confinado en su habitación y su hermana le va dejando pequeñas porciones de comida que paulatinamente irá rechazando hasta morir por inanición. El hambre, el abandono y la suciedad lo anegarán todo…
 
A lo largo de las más de 80 páginas-mundos que tiene el relato asistimos a ese proceso con angustia, con un terror íntimo, agobiante y cada vez más cruel e inquietante; terror que compartimos con Gregorio Samsa. Vamos viendo cómo su vida, que era ya de por sí monótona y sometida a la burocracia, acaba al contraer su nuevo aspecto- que nadie puede ni parece querer asimilar- sin casi haber comenzado a vivir. Le sobreviene el abandono social, la angustia vital que va creciendo en la medida que se debilita su cuerpo y que, finalmente, le llevará a la muerte como salida más propia de un alegato sordo y sin testigos (desolación total) que de un testamento vital amparado por la comprensión de sus seres queridos…

Oleremos y notaremos su cuarto reducido a un almacén lleno de polvo y suciedad donde ya no entra nadie, ni siquiera la asistenta para limpiarlo. La familia traslada muebles a otras habitaciones; buscan para compensar los ingresos que no recibirán ya de Gregorio, trabajos mal remunerados que les permitan mal vivir y pagar deudas. Antes, todo dependía de Gregorio y de su sueldo como viajante de comercio.
 
La familia acaba por aceptar a tres huéspedes quienes, además, exigen vivir sin contacto con la familia, incluso en las comidas. Kafka (Gregorio) describe a los huéspedes como unos seres desprovistos de sentimientos, que llevan barba y que solo cederán y abandonarán la casa, cuando las circunstancias les fuerzan a convivir. ¿Acaso son rabinos, sionistas consecuentes y por ende implacables jueces y apasionados objetores de otras vidas? No lo sabremos. El autor-narrador revela poco, casi nada: describe el ambiente, nos envuelve en su atmósfera de pesadilla, pero nos “revela” poco de las motivaciones y menos de las identidades. 

La familia, para colmo considera que sería una liberación si Gregorio desapareciese. Este, al tanto de estas aspiraciones o deseos, se va dejando morir lentamente. La liberación o solución final se produce cuando la asistenta, limpia la habitación y se deshace del cuerpo del escarabajo ya deshinchado y plano, una hoja de ex ilusiones y lamentos; algo que apenas tuvo existencia y habitó entre los humanos.
 
Caben muchas cosas, entre ellas, considerar la narración en clave de la propia biografía del autor, de sus condicionamientos familiares (enemistad con su padre, etcétera), y como no religiosos (hijo de una familia judía ortodoxa y practicante), etc. El permanente combate de Kafka con el/su destino, el judaísmo (sionismo) como forma de vida y como doctrina, temas que no voy a desarrollar aquí, pero no dejo de llamar la atención para que sean atendidas las consideraciones que establece Harold Bloom en su Canon del cuento y de las interpretaciones que ofrece respecto a lo kafkiano desde el punto de vista literario. Puede ampliarse con su libro: Jesús y Yahvé. Los nombre divinos.

He consultado y releído estos días, dos ediciones: la de “El País”, en su colección Clásicos del siglo XX, y la dirigida por Jordi Llovet para Galaxia-Gutenberg en el tomo 3º de las Obras Completas del autor y en particular el prólogo que el mismo Llovet escribe.
Tal vez cabe también considerar las opiniones de Roberto Colasso en la edición de Los aforismos de Zürau, en la editorial Sexto Piso.
(22 de febrero de 2016)

Postfacio:
No he querido, deliberadamente, incluir la potente imagen que compone el insecto en el que se transforma Samsa penetrado por la manzana que le arroja su padre, puesto que se ha convertido en el icono de las portadas más recientes de las últimas ediciones del relato. Esta situación contraviene, en cierta manera, las indicaciones del propio Kafka a su editor del momento, tal vez, nacidas de la inicial aversión o rechazo por la religión judaica de las imágenes. En cualquier caso, es una simple acotación que no pretende ir a la contra de las modernas interpretaciones visuales de este fenómeno literario.










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